Los monos voladores de Burlington

Los simios alados de Burlington

A pesar de que Burlington es la ciudad más grande del estado de Vermont, EE.UU., sus cifras de población son de poco más de 40.000 almas. Sin embargo, todo lugar necesita sus guardianes y protectores y Burlington dispone de los suyos propios para defender y preservar la población. El hecho de que sean monos alados plantea posiblemente algunos fruncidos de cejas en la ciudad: para los visitantes estos primates con plumaje son una fuente de sorpresa y disfrute.

Aunque nadie está al cien por cien seguro de dónde adquirió su nombre Burlington, la ciudad tiene una historia que se remonta a 1763 cuando una concesión de tierra se le dio a un tal Samuel Willis y a otros 63. Aunque los monos alados son una adición más reciente, su forma esencialmente de gárgola se presta bien a las raíces europeas de la ciudad.

El primer mono apareció en el año 1976 por encargo de una tienda local de camas de agua y un segundo le siguió poco después. Fueron creados por Steve Larrabee un escultor local y ebanista, que murió en 2011. Por razones desconocidas el proveedor de camas de agua de los habitantes de Burlington era llamado La Ciudad Esmeralda. Los monos podrían aumentar este tema de Mago de Oz. Sin embargo, la tienda con el tiempo cambió de manos y los monos tuvieron que irse a un exilio impuesto después de alrededor de diez años en exhibición.

Después de un paréntesis de cuatro años los monos volvieron cuando la tienda se trasladó a la parte sur de la ciudad. Sin embargo, en 1992 los monos alados originales fueron robados. Se ordenó su sustitución. Aunque después de un año, los secuestradores fueron capturados y los monos voladores originales fueron devueltos. El nuevo mono, una belleza de cobre en azul, capturado en medio de un grito gutural, se unió a los dos originales – la familia estaba tomando forma.

Pero la historia no acaba ahí, iban a separarse de nuevo. En 1996 los dos primeros fueron trasladados a la Torre del Reloj en la Main Street Landing de Burlington y el de cobre azul se colocó en un pedazo de tierra en el extremo norte de la ciudad. Años tuvieron que pasar antes de que los monos se movieran de nuevo.

En 2005 los residentes de Burlington se despertaron con la noticia de que la pareja original había (obviamente) estado teniendo un poco de diversión a lo Una Noche en el Museo y esas actividades nocturnas, no vistas por el ojo humano, habían dado lugar al nacimiento de gemelos.

Nada realza y aumenta una comunidad como el repiqueteo de pequeñas patas, y no pasó mucho tiempo antes de que la de cobre azul llegase sobre el teatro. Con el amor verdaderamente en el aire no falló en atraer a su pareja, al igual que ella con una visión de cobre azul. Él descendió a la cúpula del teatro, sin duda impresionándola con sus acrobacias simiescas en el proceso.

Y, así, a continuación, había seis. En una tradición de estar-no estar que abarca la mayor parte de cuarenta años, Burlington ha atraído a seis antropoides habitantes a sus tejados. Se han convertido en una de las instituciones de la ciudad, aunque no cabe duda de que algunos todavía se encogen de hombros preguntándose por qué. Sin embargo, en muchas tradiciones, después de todo, el porqué es algo irrelevante. ¿Quién puede decir cuánto tiempo pasará antes de que los monos azules presenten a sus propios recién llegados a la ciudad?

Uno solo puede preguntarse cuántos visitantes monos alados se encontrarán en 2050 en Burlington.